Alain Hernández: «En el rodaje de ‘Solo’ sentía que estaba pasando de mis límites»

0

Una historia real, una situación límite de 48 horas de agonía. De eso trata Solo, un largometraje dirigido por Hugo Stuven en el que Alain Hernández se mete en la piel del joven surfista Álvaro Vizcaíno que, buscando la ola perfecta en Fuerteventura, sufrió un terrible accidente. Aquello fue en septiembre de 2014 y hoy, cuatro años después, llega a los cines la película que narra unos hechos que a nadie le gustaría vivir.

Además de para consagrarse como un gran actor, a Alain Hernández esta experiencia le ha servido para explorar sus límites y reflexionar sobre la vida. ¿Por qué hay que llegar a una situación tan límite para darnos cuenta de las cosas? El actor habló con Masqltura tras la presentación de la película en el 21 Festival de Málaga. Cine en Español para contarnos qué le ha aportado este trabajo como actor y también como persona.

Alain Hernández (© 2018 Alicia Martín)

Presentas Solo, una película basada en hechos reales en la que consigues que el espectador sufra contigo.

Sí, es que eso es lo que pasó. Yo quise sufrir. Quise hacer la mayoría de las secuencias de riesgo, quise ir un poquito más allá de mis límites porque había que explicar la historia de un tipo que estuvo a punto de morir, con lo cual, todo lo que hiciera yo —que me podría quejar de mil cosas— es nada comparado a la sensación real de estar a punto de morir.

¿Tuviste la sensación de que lo estabas viviendo de verdad en algún momento?

Que estuviese a punto de morir no, pero que estaba pasando de mis límites sí. Había un punto de inconsciencia por mi parte de decir «tío, ten cuidado porque si te haces daño, a ver quién hace la peli… Y el productor va a empezar a vomitar, el director va a empezar a beber y esas cosas. Entonces va a ser el desmadre, ¿no?» (risas).

Secuencias de estar debajo del agua, donde me ponían pesos en la mochila para que no flotara, y cuando me daba cuenta de que no tenía aire miraba hacia arriba y estaba muy abajo. Entonces empezaba a ir para arriba rápido, pegar un trago de agua y salir… Y ahí decía: «tío, te estás pasando un poquito», pero me gustaba. O el momento de estar colgado en el acantilado más de una hora y pico con el arnés y hacer lo del salto también… Cuando ya lo hice y subí, me temblaba todo y me eché a llorar de la adrenalina por lo que acababa de hacer. No me lo hubiera imaginado nunca. Y bueno, me ha gustado. Demostrarte a ti mismo que eres capaz de hacer estas cosas simplemente porque estás viviendo un personaje me hace querer más la profesión y confiar más en la gente, en el equipo… Es todo positivo.

¿Cómo ha sido la experiencia de saber que estás dando vida a un personaje real?

Es un honor poder dar eco a una historia tan potente, tan necesaria e inspiradora, pero también está esa responsabilidad de dar vida a eso y de que quede creíble para que la gente entienda que eso es interesante. Cuando me hablaron del proyecto me parecía un caramelo, un pastel precioso y bonito que me iba a comer. Y luego cuando leí el guion y vi la magnitud de la tragedia me entraron esas inseguridades, esa ansiedad de decir «va a ser una cosa muy dura», pero al mismo tiempo sentía el privilegio de poder hacerlo y de mostrar ese amor propio, y me decía: «bueno, tío, eres suficientemente buen actor como para afrontarlo y han confiado en ti, con lo cual, devuelve esa confianza».

¿Y cómo te lo preparaste? ¿Tuviste que dar clases?

Sí, Álvaro me dio nociones básicas de surf. Después otra persona me dio nociones básicas de escalada para habituarme al arnés y a estar colgado de las montañas, que no lo había hecho en mi vida. Es una sensación también de confiar plenamente en el tipo que sujeta la cuerda, porque si te suelta no lo cuentas. Y también los conocimientos básicos de submarinismo y apnea para las secuencias subacuáticas. Todo ello con ese respeto al mar y esa cosa que a mí me pasa de que veo un pez más grande de lo normal y me acojono porque pienso que es un tiburón pequeño que me va a comer (risas). Me dan miedo las arañas, las serpientes… Pero luego le echas valor y haces cosas que no esperabas.

¿Cómo ha sido combinar esa intensidad física con la emocional?

Claro, te preparas mucho a nivel físico y luego te das cuenta de que la carga emocional del personaje es incluso más importante que lo otro. Pero bueno, empiezas a ensayar con Aura para encontrar esa química, propones cosas… Hablo mucho con Álvaro de su manera de ser para entender cosas, él se abre completamente también y me explica muchas cosas de su relación con la familia, con las mujeres… A partir de ahí voy construyendo el personaje. Un tipo hermético que no habla, al que le gusta la soledad y que trata mal muchas veces a la gente por egoísmo. Eso lo voy cocinando un poco a fuego lento y luego, a toro pasado, empiezo a entender las cosas también.

Mientras estoy rodando, estoy con el guion y estoy jugando a eso, pero luego empiezo a darle vueltas. Empiezo a pensar por qué tenemos que llegar a una situación tan límite para darnos cuenta de las cosas cuando nos pasamos la vida cuestionando a los demás: por qué no nos cuestionamos a nosotros mismos lo mal que estamos haciendo esto o lo otro, que no le he perdido perdón a ese por decirle aquella gilipollez; por qué las redes sociales agravan más eso debido a que solo queremos mostrar la parte buena y la mala la escondemos aún más; por qué no damos esos abrazos que deberíamos dar a nuestra familia y se los regalamos a los amigos, que sabes que a lo mejor no se lo merecen tanto pero descargamos en ellos esas ganas de abrazar y a nuestra familia nos da pudor… Darle un abrazo de más de dos segundos a tu madre es como incómodo. Qué tontería, ¿no? Qué contradicción más gilipollas al fin y al cabo. ¿Por qué es incómodo un abrazo de más de dos segundos a tus padres? Entras en zonas donde hace mucho que no entras y te has puesto ahí unos bloqueos de «no, yo ya me independicé de mis padres hace tiempo y no quiero volver a pasar por ahí». ¿Por qué? ¿Por qué tenemos ese miedo a ser vulnerables con nuestros padres? Eso está en la peli y cuando yo tenía la secuencia en la que lo hablaba, evidentemente ahí me lo traía muy para mí. Pero ya no es una cosa para mí, por lo que me pueda pasar con mi padre y tal, sino que yo creo que todo el mundo puede empatizar en ese sentido de «pasan los años y no le doy un buen abrazo a mi padre».

¿Te costaba desconectar una vez que acababa el rodaje?

Los minutos inmediatos a cortar la secuencia sí, estás ahí atrapado un poco cuando entras en determinadas zonas… Aunque yo soy un actor muy de jugar, no soy nada de métodos y estas cosas, yo prefiero simplemente creerme el personaje y jugar como un niño. Es bonito recuperar esa ilusión. Yo lo he disfrutado y también me he hecho esa reflexión. Cuando veo la peli, cada vez entiendo más cosas.

¿Estás contento con el resultado?

Sí, aunque de todas maneras ya es una cosa que poco se puede hacer (risas). Estoy contento y ya lo único es esperar a que el público la reciba bien. Puede gustar más o menos, pero el currazo está ahí. Lo hemos hecho. Yo creo que es una historia lo suficientemente potente, creo que no se han rodado pelis en España tan arriesgadas en cuanto a eso, en cuanto a la verdad, a espacios naturales, sin bromas y confiando en que la íbamos a sacar sí o sí. Tiene su mérito y ojalá la gente lo valore.

About Author

Malagueña. Cofrade desde la cuna. De pequeña jugaba a hacer periódicos, ahora soy periodista. Defensora de la ficción española y fiel amante de la novela histórica. La música en directo y el teatro me dan la vida.

Leave A Reply